Una tarde de mierda.

Bien, a modo de diario comentaré por episodios la vida tan particular que tengo el gusto de compartir, para inaugurar el blog, voy a poner lo que pasó en el San Valentín del año 2006. Lo escribí al día siguiente de ocurrir:

Ayer tuve una experiencia inolvidable: Una tarde de mierda. Yo me esperaba una tarde más normalita, pero el destino de San Valentín la hizo inolvidable. Me puse bien arregladito, me puse mis zapatos nuevos, me afeité y me puse bien guapete para que la Señora de Bravido estuviera contenta. A las 16:30 me fui a un parque a leer el 2º Libro de Añoranzas y Pesares, mientras esperaba que saliera mi novia de rehabilitación de un accidente que tuvo en Diciembre, pues no es una hora fija y así me obligo a leerme los libros prontos que me los dejó Lord Taran en Junio.
Cuando salió mi novia, tiré para el trabajo que tenía que llevar un ordenador a casa de una mujer e instalarlo – trabajo eventualmente para una tienda de informática – . Tuve suerte y di con la calle pronto – Córdoba tiene esas ventajas – y llevé el ordenador a la casa, eso sí los zapatos nuevos eran una putada pues no tenía ningún tacto a los pedales e iba un poco a tirones. Mi novia se quedó en el coche porque teóricamente el asunto era para poco rato. Subí a la casa y me puse a trabajar. Estaba con mi ordenador casi listo y andando cuando la señora sale de la cocina y me dice que falta un antivirus. Yo que soy un mandado que le dan un equipo para instalarlo pues tuve que llamar a la tienda a preguntar. En esto me equivoco y llamo a Efirm, cosas de la vida y le paso el teléfono a la señora. Total, ella diciendo: mire que mi ordenador no tiene el antivirus y el pobre Efirm pensando quien sería. Le digo a la mujer, dígale que llamas desde el móvil de Kin, y ella se pone a decir: Kin, Kin. Total que le digo que me lo pase y le digo: Manolo que mañana te cuento que me he equivocado (caí en quién había llamado mientras ella hablaba con él). Total que llamo a tienda y no me lo cogen. Me tiro llamando un rato – pues me supongo que habría gente y consigo que me lo cojan, le paso a la mujer y le dicen lo que sea y ella queda contenta – yo solo echo a andar el equipo y lo llevo a la casa en plan teleequipo -. Bien, pues estoy enseñándole la cuenta cuando llaman a la puerta de manera impetuosa sin usar el timbre siquiera. Abre la señora y le dice la vecina: ¡¡PEPI (cambio el nombre) que de tu cocina sale mucho humo!! Abre la puerta la señora de su cocina y sale en avalancha un humo negro de aceite requemadísimo que inunda la casa y me tapa como una ola de mar en la playa. Me ofrezco a apagar la cocina cuando la mujer entra en ella y apaga el fuego. La casa se llenó de humo rápidamente, no porque hubiera mucho humo, que lo había, sino porque la casa podría ser de la ministra pues no calculo que tuviera más de 60 metros cuadrados. Así que tuve que ayudar a ventilar la casa a poner a los niños a salvo que eran chicos (el mayor de los dos unos 7 años). La mujer luego muy nerviosa no sabía ni por donde iba, total que cuando me fui de la casa habían pasado los 45 minutos. Cuando llegué al coche la Señora de Bravido, no estaba muy feliz, porque eran las 19:30 tenía que ir a la tienda de informática a llevar el dinero y a las 20h cerraban la pastelería donde había encargado una tartita moña en forma de corazón (la primera vez que hago esto en mi vida), aunque el colmo fue que olía a aceite de espárrago quemado y que mis horas de acicalamiento pues se habían ido al guano (palabra importada de Gareth).

Me planto en la tienda con toda la prisa y me dice el jefe que le haga unas fotocopias. Voy a la fotocopiadora y cuando estoy allí con mis copias hechas, la niña de las fotocopias ve por la calle a una mujer y la llama. Y empiezan a hablar de que le debe dinero a la fotocopia de una publicidad. La otra se respalda en el jefe, se empiezan a decir cosas. La acusada de morosidad (sudamericana) llama por teléfono, aparece un maromo también sudamericano, y empiezan a decir cosas que no suenan a insulto pero se caldea el ambiente. El que vino era bastante temperamental, tanto que sus salivillas me daban en la oreja. Así que dije: ¡PERDONEN! – se callan – , Señorita me cobra. Cojo mis fotocopias que llevaban hechas unos minutos y me largo. Llego a la tienda y el jefe me va a decir algo, pero le corto y le digo: son menos cuarto y a las ocho me cierran la pastelería donde he encargado una tarta y está en la otra punta de Córdoba.

Cojo el coche de nuevo, con mi novia ya apunto de llamar a la pastelería pues ella trabaja allí los fines de semana, y le digo, tranqui si llegamos en ná. Conciencé al fordfi de que tenía que sacar partido a sus 60 cv y pisé a fondo el acelerador, y luego el freno porque había mucho tráfico, además los zapatos me estaban empezando a hacer dañitos en los pies y me di cuenta de que no son apropiados para conducir. Está claro que nadie quería perderse el Madrid en su tasca preferida y había tela de tráfico. Cruzo Córdoba en 10 minutos y ya solo me quedaba una avenida de estas grandes de 5 carriles, que en Madrid hay muchas, pero aquí hay pocas. Había un coche delante mía en el carril de la izquierda y otro detrás mía en mi mismo carril. Pongo mi intermitente derecho y me dispongo a pasar al carril derecho, pues sólo había esos 3 coches en toda la avenida. Miro mi espejito y cuando estoy cambiando y acelerando un poco, el «cabronazo» – por no decir algún insulto mayor – se me cruza sin avisar pues quería también ponerse en el carril al que iba (el más a la derecha). Así que se me cruza el cabrón – vaya, me excedí al final – mi novia grita, lo cual me hace reaccionar frenando más a fondo – con los zapatos nuevos – , mientras que miro al espejo pensando que el de atrás no le daba tiempo a reaccionar y me empitonaba por detrás y habría hoy bocadillo mantis. Tuve suerte pues el de atrás se estaba cambiando de carril al de la izquierda y al frenar, sólo tuvo que dar un volantazo. El «cabronazo» se puso en su carril, me puse a su altura en la carretera y le propiné unos improperios, a los cuales se hizo el loco. Ni me miró. Lo adelanté – él iba en una furgoneta de NORIEGA, una constructora de aquí – y tiré para la pastelería que estaba a pocos metros del lugar. Bajamos mi novia y yo bastante extresados, yo meé que llevaba desde las 16h sin poder hacerlo y la tensión me puso a 1000. Recogemos la tarta y mi novia se puso a charlar con la compañera. Yo con los pies reventados, interrumpo su charla de manera algo estúpida, y esto acaba en rebote. Así que a las diez y pico de la noche me veo con una tarta que no como porque estaba peleado con mi novia y ella conmigo, con un dolor de pies que te avías, tenso por el casiaccidente, oliendo a fritanga esparraguil y el Madrid ganaba 3 – 0 (soy antes del Zaragoza que del Madrid, pues me hago del equipo que echa a mi Atleti).

Al menos tuve final feliz, pues para las 23h arreglé las cosas con mi novia, oreé la ropa, me comí la tarta y un bocata que era media barra de pan, me puse las zapatillas de casa, escuché por la radio que el Madrid no pudo, y me relajé antes de acostarme con ese método masculino secreto.

~ por Kin El Bravido en 17/04/2007.

Una respuesta to “Una tarde de mierda.”

  1. que buena historia…me alegro de haber buscado en el blog tu primer porst

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