La pota que manó…

Esta historia es verídica y verdadera y tuvo sus tintes dramáticos. Data de hace mucho tiempo, puede ser de cuando tenía 22 ó 23 años…fue una noche inolvidable o no…

Una noche salí con unos amigos a una fiesta de un colegio mayor (una explanada con música y barra y la gente bebiendo de la barra o de lo que te llevas), cosa que ya se ha ido al traste por lo de los botellones y eso, pero la noche pintaba bien. Yo había conocido a una zagala en fin de semana anterior y me maqueé para intentar volver a verla. Iba con unos amigos, pero aquella noche no quería casi ni cuentas con ellos, sólo me guardarían la bebida, digamos que eran el suministro. Así que cogí y me eché un vodka manchado, con un poquito de limón – cubata con 3 hielos con todo de vodka y un dedo de refresco de limón, una cosa que ya no tengo huevos de bebérmelo, pero en aquella época bebía mucho o al menos más que ahora. En resumen, vi a una amiga del objetivo al que iba a atacar, que me dijo que estaba en casa, así que me fui con los amigos con la convicción de que el vodka había que acabarlo para no portearlo hasta los coches. Así que me bebí 4 vodkas manchados y me fui a casa andandito a las 4 A.M. para estar fresco porque los domingos teníamos partida de rol a las 10h de la mañana – la hora mu mala, sí, pero el director no salía los fines de semana y él ponía el piso, además -. Así que me fui a mi casa con un amigo (que también jugaba al día siguiente), y me acosté estupendamente, ni el cuarto daba vueltas, ni mareado y hasta la chorrada de antes de dormir no se salió de la taza.

¡POM, POM, POM! Mi madre llama a la puerta, ¡JOAQUÍN! ¡TUS AMIGOS ESTÁN ABAJO QUE TENÉIS PARTIDA!

Doy un bote de la cama cagándome en mí, para no ofender, pues no puse despertador. Me pongo las zapatillas de casa y cuando me voy a levantar me resbalo y me resbalo – sí, las dos zapatillas -, impidiendo caerme gracias a la cama. Enciendo la luz de la mesita de noche y veo que a un metro de mi cama hay una vomitera de 3 cuartas por dos cuartas, inmensa, cuya textura omitiré. Me quedo paralizado, flipando, porque la pota estaba muy lejos de la cama y que no recordaba que fuera mía ni que la echara al llegar.

¡MI HERMANA! Seguro que la tía guarra se ha equivocado de cuarto (están los dos a la izquierda en un pasillo largo), y me ha dejado el regalito. En fin, voy a limpiarlo y que no se entere mi madre y ya veré que ha pasado. Saco todos los clines de todos los pantalones del cuarto – bendita alergia que me hace siempre tener un paquete por pantalón. Así como pude hice una gran pelota maloliente, me limpié las zapatillas y con esa pelota que era como un balón medicinal de 3 kilos, me fui al servicio y tiré la mitad al W.C., descargué y luego tiré la otra mitad y oriné, para no atrancarlo. Me despejo y me vuelvo al cuarto y me doy cuenta de que huele a pota que no veas. Abro ventana, uso la puerta como un abanico abriéndola y cerrándola y claro, los refregones pestilentes existían por lo que eso sin fregarlo no se solucionaba. Así que me visto un poco y voy a la cocina. Maldición mi madre está. Así que aprovecho que está de espaldas al cuartillo de las escobas, y en un intento de AGILIDAD + SIGILO Dif. 20, procuro pasar por detrás de ella con una fregona en la mano sin que se dé cuenta. Por supuesto, se dio la vuelta:

– ¿A dónde vas con esa fregona?

Kin corre por tu vida – agilizo la marcha por el pasillo y digo:

– A fregar el cuarto, que anoche pisé una mierda y he manchado el cuarto. (Kin eres un hacha).

– Pues dame la bota que te la limpio.

– Ya lo he hecho yo, gracias.

Corro más, porque mi madre me sigue por el pasillo…

– ¿Con qué la has limpiado?

Doy tres refregonazos, ya en mi cuarto, y dejo el suelo limpito y libre de pruebas.

– Mamá no puedo pararme, que tengo prisa, a la vuelta te cuento todo.

– Vale.

Así que me cojo mis dados y me bajo.

Nada más bajar me miran mis colegas y me dicen: Kin pareces un vampiro. Me miro en un espejo de un coche y en efecto estaba muy blanco. También descubrí que tenía un arañazo en la sien izquierda, totalmente incomprensible. Así que al amigo con el que me volví le pregunto que como iba, y él me responde que iba muy alegre, pero que él no era fuente fiable. Así que tristemente empiezo a pensar que he vomitado yo, aunque no comprendo cuando, pues tengo una memoria mu buena, incluso morao perdío (lo demostraré en otro episodio, si os gustan). Así que tras un concilio con mis amigos, decidimos que lo mejor es contar la verdad a mis padres. Así que tras la partida, me fui a mi casa, me cambié, me puse cómodo y me fui a la cocina donde estaba mi madre acabando de hacer la comida, mi padre tomándose un medio y tapeando un poquillo. Me estoy tomando una cervecilla allí con ellos y me dice mi padre:

– Joaquín, hay que ver lo poquito que hablamos tú y yo.
– ¡Papá, que exagerado eres, si estuvimos hablando anoche en la cena!
– ¿Sí?¿Esa fue la última vez?
– Que yo recuerde, sí
– ¿Seguro?

Mierda, él lo sabe y yo no. Estaba claro que ya estaba vendío y que ya sólo me quedaba resignar y por supuesto dar pena.

– Pues…..no, si sabes algo cuéntame porque yo no me acuerdo.

– Bien, pues te cuento: «Anoche, cené alcachofas y a mí me «mueven» el cuerpo mucho, así que me levanté a las 5 de la mañana a soltar un regalito. Y cuando estaba en lo mejor de la faena oí un golpe contra una madera y luego un gran golpe contra el suelo seguido de un «¡BUAGH!¡PUAGH!¡BRUGUAGH!, y a continuación un erupto: ¡BEEERRRRPPP!. No me extrañé pues el bloque está lleno de abuelos enfermos, así que me dirigí a mi cuarto. Cuando pasé por la puerta de tu habitación me di cuenta que había un bulto en el suelo. Encendí la luz y te encontré durmiendo en el suelo, junto a un gran charco de vómito: «Joaquín, levántate que vas a coger frío» y tú te despertaste y te incorporaste, rápidamente colocaste las zapatillas de estar en casa encima del vómito como intentando tapar aquello tan grande; y me respondiste: «Joer Papá, lo que me estáis liando por un pego» te subiste a la cama y te pusiste a dormir.

Sonrojado me quedé, había tenido aquella gran noche, no tenía ni resaca, pero claro lo había echado todo antes de dormir. Me fui al espejo y descubrí que el arañazo de la sien coincidía con la mesita de noche. Así que reconstruyendo la cosa fue que me di la vuelta, me caí de la cama no sin antes pegar con la mesita de noche un cabezazo. Del golpe vomité al ladito mía, y tranquilamente me quedé durmiendo junto a mi obra. Menos mal que se levantó mi padre, no quiero pensar lo que hubiera pasado si me hubiera dado una vueltecita a la cama…..hubiera sido una croqueta….

~ por Kin El Bravido en 26/06/2007.

3 respuestas to “La pota que manó…”

  1. Ja,ja,ja…
    Has empezado la guerra. Tengo que contar en mi blog de como festejé mi primera paga de becario…Es como una «Road Movie»…
    Por cierto, Capitán Bizarro, me gusta mucho como cuentas las historias.

  2. Me alegro de que te gusten. Tengo por ahí enlatada alguna otra de estas, que pondré en días como el de ayer que no tenía tiempo para pararme a escribir.

  3. Vaya borrachera más terrible y tu padre un buenazo. Me ve mi madre en el suelo en un estado así y yo creo que no me habla en un año xd

    Muy buena la historia 😀

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